De nuevo pude ver su cabello, estaba muy bien peinado, la luz de la tv se reflejaba en sus ojos perfectamente delineados. Su vestido era nuevo con un estampado tartán del que muchos hablan en la zona más Glam. Dándole honor a su nombre llevaba bajo el brazo una botella de Wine, mi favorito, junto a dos copas que nos vinieron a acompañar.
Quizás su cinturón sujetaba una bolsa de eso que tanto le gusta esnifar, yo no le pregunte, no era la ocasión, nuestra cita fue platónica, el momento se prestó para dedicarme una canción, varias veces repitiéndome al oído: “Hey little rich girl”. No hay que asustarse sólo es humor.
Entre vino, luces y canciones la noche finalizaba, con mis ojos cerrados aún sentía que estaba ahí. Cuando el sol me despertó vi que ella no estaba, igual la recordé, estaba seguro que Amy me había visitado aquella noche, sólo para darme un poco de su dulce Winehouse y sentir el Rehab que tantos comentan.

Varias horas después, un cumpleaños muy esperado se dio cita en una discoteca, amigos muy coquetos y perfumados bailaban en un ambiente chic, era como transportarse a París, la noche estaba llena de amantes, ninguno me llamaba la atención, pero antes de darme cuenta tenía frente a mí a la pareja perfecta: nos conocimos, reímos, bailamos, nos besamos e hicimos muchas cosas más.
Luego de sentir que la noche era perfecta me acordé de Amy, no sé si estaba cerca de mí, si me había visto durante la noche de aquel viernes o si simplemente yo la necesitaba, todo era muy abstracto y junto a mi estaba una chica diferente, la similitud entre ellas la pude encontrar, mis gustos eran los mismos esa noche y la anterior mis amantes me enamoraron de tartán.